1. Experiencias y resistencias socioeducativas

Aportes de la ESI en la educación de jóvenes y adultxs

  • Sofía Canegalli (UNLP)
Resumen

En este trabajo me propongo reflexionar con perspectiva de género y con los “lentes de la ESI” sobre mis prácticas de enseñanza en terreno, en un aula de Lengua y Literatura de un CENS de la ciudad. El punto de partida es, entonces, mi narrativa docente, con la cual intento contribuir a la construcción de una “memoria pedagógica” de la escuela: aportando un “sentido particular, situado y personal a la experiencia de la escolaridad” (Suárez, D., Ochoa L., Dávila, P. 2004, 20).
La educación de jóvenes y adultxs ha sido un espacio históricamente poco explorado, tanto por las investigaciones académicas, como por las políticas educativas estatales, especialmente si nos detenemos en el campo de la ESI. Recién en el año 2023 se ha implementado en provincia de Buenos Aires un diseño curricular que incluye la ESI como un eje transversal a todas las materias, con sugerencias específicas de temáticas y modos de abordaje (diseño que ha comenzado a implementarse de modo paulatino en primer año). Si “toda educación es sexual” (Morgade 2011), la educación para jóvenes y adultxs también lo es y, de hecho, la implementación de la ESI resulta urgente y necesaria. Por eso, considero una apuesta política habitar el espacio educativo de los CENS y darle lugar en la investigación académica afín.
En ese sentido es que me interesa volver la mirada sobre una experiencia áulica en clave feminista, para pensar cuál puede ser el lugar de la ESI en la materia Lengua y Literatura en la educación de jóvenes y adultxs; qué rol transformador pueden tener la literatura y la escritura para estxs sujetos; qué experiencias emergen en el aula, y particularmente en la escritura, a partir de la implementación de la ESI en las trayectorias escolares de estxs jóvenes y adultxs. Estas inquietudes son las que guían mi mirada en este renarrar y repensar el aula.
La antología que trabajamos en la materia, fue construida como un material literario atractivo (sus autorxs fueron Ocampo, Castillo, Schweblin, Licitra, Sosa Villada) que, asimismo, facilite abordar algunos ejes de la ESI, especialmente alrededor de las distintas maneras de ser varón y de ser mujer, con sus roles históricamente asignados (y sus rupturas) y sus formas de relacionarse sexoafectivamente; para, en un doble movimiento, analizar qué hace la literatura con esas representaciones sociales sobre lo femenino, lo masculino y sus vínculos y, por otro lado, preguntarnos acerca de nuestras propias representaciones y nuestros modos de vivir y vincularnos en clave generizada, intentando al mismo tiempo cuestionar la lógica binaria del género.
A partir de la lectura de los textos literarios y las diversas propuestas áulicas para el trabajo de apropiación e interpretación, lxs estudiantes llegaron a producir diversos textos orales y escritos, orientados por sus propios intereses, experiencias y trayectorias. Tal como afirma Rockwell (2001), en las prácticas de lectura, el sujeto acoge sus experiencias previas, su historia cultural, para crear nuevos significados ante su mundo y transformarlo. En este trabajo, tendrán centralidad las voces de dos estudiantes que trajeron a sus palabras representaciones personales sobre la violencia contra las mujeres, las masculinidades violentas y los roles de género estereotipados. Ambxs estudiantes generaron reflexiones sobre sus propias experiencias, en la oralidad y en la escritura; siendo la escritura un espacio propicio para la expresión identitaria y la exploración de una voz propia (Sardi 2017). Unx de lxs estudiantes, mujer cis, encontró en la escritura un camino para contar desde otro punto de vista y en tercera persona una experiencia personal como víctima de violencia de género. Por su parte, lx otrx estudiante, un varón trans, cuestionó a través de relatos orales personales los mandatos de la masculinidad hegemónica –violenta- y propuso en su escritura un texto ficcional absurdo donde se subvierten los roles de género tradicionales. En este punto es interesante destacar que la escritura de ficción “puede pensarse como modelo de un mundo posible, alternativo; construcción de una forma de imaginar el mundo como si se tratara de una operación performativa” (Sardi 2017, 22).
La potencialidad que tiene trabajar con textos literarios en el aula, ya sea leyendo o escribiéndolos, es que “siendo mundos imaginarios, nos presentan problemas reales y nos ofrecen la posibilidad de abrirnos a lo nuevo o desconocido y de incorporar otras categorías y visiones” (Puppo 2009, 86-87); partir de la imaginación de otros mundos, de la narración de otros puntos de vista, para, en el mismo movimiento, repensar saberes, resignificar experiencias, desarrollar empatía por quienes ocupan otro lugar en la sociedad, jugar con los roles acartonados de género, relacionar saberes disciplinares de la lengua y la literatura con la subjetividad propia, encontrar un espacio de expresión no burocratizado.
Actualmente, hay una gran línea de pensadorxs (Morgade, Lopes Louro, flores, otrxs) que insiste en desnaturalizar las posiciones “universales” y “naturales” de los saberes/sujetos/discursos del centro. val flores incorpora el concepto de “interruqción” para construir alrededor del mismo una pedagogía queer; la interrupción como un modo de cortar e inquietar los saberes hegemónicos:
Pensemos que educar es interferir los guiones hegemónicos del género binario, del régimen político de la heterosexualidad, de la blanquedad autoinvisibilizada, de los procesos de normalización de los sujetos. Y como se trata de interrumpir, vamos a suspender algunas lógicas prescriptivas que se instalan silenciosa y poderosamente en los formatos educativos (2013, 19).
El planteo anterior va en concordancia con la construcción de un aula de pedagogía feminista, con la ESI como saber de los márgenes cuestionando las jerarquías, poniendo en el centro las voces de lxs estudiantes, produciendo conocimiento situado e implicado, generando un espacio áulico cuyo centro sea el vínculo educativo. En clave “interrupción” también podemos leer las trayectorias reales (Terigi 2007) de jóvenes y adultxs en los CENS. Desde la ESI podemos cuestionar el acceso diferencial a la escolaridad y preguntarnos qué identidades son expulsadas, en qué medida los atravesamientos interseccionales de género, clase, etnia, etc. intervienen en esa expulsión; cómo se relacionan las experiencias antes mencionadas de la violencia hacia las mujeres y los mandatos de masculinidad violenta hacia varones trans con la deserción de la escuela secundaria.
Para finalizar, quisiera agregar que me motiva colaborar como docente y como investigadora con el “archivo de microrrevoluciones cotidianas” (val flores 2013) que creo que es la escuela: microrrevoluciones para la construcción de una sociedad más justa y en un marco de derechos, en pos de la cual puede contribuir la perspectiva e implementación de la ESI.