Las reformas laborales y del Estado forjadas en los años ‘90 en Argentina implicaron una reestructuración del mercado de trabajo que debilitó a los sindicatos como organizaciones protectoras y representativas de la clase trabajadora (Morris, 2017; Senén González, y Haidar, 2009). Tras una crisis económica sin precedentes, en el año 2003 empieza a advertirse una recomposición del mundo laboral y de los indicadores clásicos de acción sindical, reflejados en la mejora de la tasa de afiliación, la negociación colectiva y la conflictividad laboral (Kelly, 1998), dando cuenta de un proceso de “revitalización sindical” (Baccaro, Hamann y Turner, 2003; Fairbrother, 2005; Frege y Kelly, 2003 otrxs).

Este proceso convergió con otro: a partir del 2015, los movimientos feministas y de la diversidad sexual instalaron nuevas problematizaciones con perspectiva de género que llegaron al ámbito sindical. De ahí que el fenómeno de "revitalización sindical" en Argentina fuera abordado a partir de esta dimensión (Arriaga y Medina, 2018, 2020; Aspiazu, 2022; Estermann, 2020; Rodriguez, 2020, 2023; entre otrxs), pudiendo pensarse como resultado del aumento de la participación femenina en la fuerza de trabajo, del proceso de renovación generacional del activismo sindical y de la promulgación de una agenda legislativa que amplió DD.HH. y reconoció a una ciudadanía más amplia a partir de la Ley de Identidad de Género.

De esta manera, el binomio sindicalismo-género habilitó una praxis sindical en la que las mujeres y las disidencias sexuales reprodujeron repertorios de acción y formas novedosas de hacer política alentando la renovación de su interés en participar de espacios históricamente masculinizados (Estermann, 2020). Como analiza Rodríguez (2020) la inclusión de estos nuevos repertorios en la práctica sindical y la incorporación de nuevos intereses gremiales adopta dos modalidades con formas diferentes: una propiamente sindical - que busca visibilizar demandas relacionadas a la ampliación de sus derechos laborales - y una movimientista - que excede el ámbito laboral y se despliega en articulación con las demandas del movimiento feminista en general. La conjunción de ambas modalidades implica que, al interior del sindicato, se creen espacios de coordinación y áreas específicas (Secretarías de Género y de Diversidad Sexual) y, por fuera del gremio, que se amplíen las redes y se produzcan formas novedosas de activismo, consolidándose un doble proceso identitario en íntima vinculación: la identidad feminista y la identidad sindical.

A partir del estudio de caso del área de Género y Diversidad Sexual de ATE Capital, este trabajo pretende indagar en el proceso de reconfiguración sindical de los últimos años y en los desafíos políticos del presente en un contexto en el que tanto el “sujetx feminista-LGBTIQ” como el “sujeto trabajadorx estatal” aparecen en el blanco del discurso de la gestión política actual. A partir de una estrategia metodológica cualitativa que se nutre de observaciones, entrevistas y revisión documental, se busca ahondar en las demandas y discusiones fraguadas en los inicios y en la consolidación de este espacio sindical; las formas de subjetivación e identificación colectiva; y la articulación con otros espacios feministas y sindicales.