En la madurez de su producción filosófica (1981), Gianni Vattimo propone una “ontología del crepúsculo”, "que deberá estar signada por las pietas por el viviente y por sus trazas, más que por el signo de la acción realizadora de valores" (Vattimo, 1981, 8). Sin embargo, para Enrique Dussel esto es insuficiente para un mundo lleno de pobreza y exclusión. La hermenéutica ontológica de Vattimo, derivada de Heidegger, permanece, para el filósofo argentino, en una neutralidad pre-ética y solipsista, sin llegar a establecer relaciones prácticas con el Otro.
Frente a los límites de la propuesta posmoderna del pensiero debole, la Ética de la Liberación se sustenta en una analéctica, concepto forjado a luz del pensamiento de Levinas (1971), que supone que el Otro ha de ser interpretado no como un simple agregado del Yo, al estilo de la tradición heideggeriana, sino como una forma de ser que no puede nombrarse sino sólo evocarse.
El Otro, en la obra de Levinas, no plantea la pregunta por el ser sino más bien una urgencia ética, lo que el autor de Totalidad e Infinito llama “curvatura del espacio ético”. Esta concepción de la alteridad guarda ecos con la teología apofántica judía, en la cual Jahve en sí mismo “es el que es” pero su esencia consiste en “ponerse delante” de Moisés bajo la forma de una zarza ardiente.
La intención de este trabajo es poner a prueba, en el marco de la crítica de Dussel a Vattimo, la hipótesis hermenéutica de que la postura de este último, en su intento de proponerse ir más allá de la ontología hacia una ética trascendental de la mano de Levinas, caería en el mismo problema que éste. A saber, ambos autores seguirían fundando sus ideas en estructuras onto-teológicas, esta vez desde el punto de vista apofántico, con lo cual sería posible detectar ciertas limitaciones en sus posturas para pensar una exterioridad en términos realistas.