Workshop: ¿Althusser más allá del marxismo? Marx en los escritos póstumos de Althusser

UNLP,  21-22 de Agosto, 2018Althusser2018Baja.jpg

Lugar:
Auditorio CCT-CONICET La Plata
8 nº 1467 entre 62 y 63

Organizan: 

  • ReLEA- Red Latinoamericana de Estudios Althusserianos
  • CieFi (Centro de investigaciones en filosofía, FaHCE-UNLP-IdIHCS)
  • Proyecto “Lenguaje y lazo social. Subjetividad, sujeción y crítica” (PIP 0330, PICT 2015-1996, H872)
  • Programa de Estudios Críticos sobre Ideología, Técnica y Política Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA

 

Desde la publicación de la autobiografía de Althusser, El porvenir es largo, en 1992, han venido apareciendo a un ritmo notable casi una veintena de volúmenes de escritos inéditos de Althusser. En los mismos se dieron a conocer libros concluidos o en un avanzado estado de elaboración que por motivos diversos su autor no entregó a las imprentas, artículos inéditos o de difícil acceso, algunos de ellos publicados originalmente en lenguas distintas al francés, textos de conferencias, clases y cursos, correspondencia de diferente tenor e intervenciones directamente políticas. Esta producción, de un considerable volumen, más de 6000 páginas, cuyas últimas entregas aparecieron a comienzos de este año, y de las que cabe esperar algunas entregas en los próximos años, es, a no dudarlo, mayor que la obra publicada en vida por el filósofo argelino-francés. La misma cubre, al igual que la obra editada, una destacable variedad de temáticas y, lo mismo que ésta, ha sido objeto de una singular polémica, que no parece estar cerca de aplacarse.
El enorme trabajo editorial realizado a varias manos, que ya lleva más de 25 años, ha estado dotado de cierta unidad de propósitos en algunos de sus tramos, pero también se ha visto expuesto a los avatares de la coyuntura política y teórica, francesa e internacional.
Para comenzar, el mismo se ha inscripto en el marco de ciertos movimientos en las capas tectónicas de la reconfiguración ideológica del pensamiento contemporáneo. Pero no sólo eso, ya que no hay que olvidar que la reconfiguración teórico-ideológica de los años 80s, esto es, la deriva hacia un pensamiento de matriz juridicista, incluso en el interior del pensamiento marxista, tomó como uno de sus estandartes el rechazo virulento del pensamiento althusseriano, haciendo un anatema de cualquier vinculación con el “antihumanismo teórico” al considerarlo como sinónimo de dogmatismo y totalitarismo.
En ese contexto, los primeros textos póstumos aparecidos oponían cuando menos la resistencia una singularidad que no encajaba con la facilidad esperada en el molde de un estructuralismo caricaturizado que se consideraba refutado por anticipado. La singularidad de estos textos se cristalizó en una lectura en términos del “materialismo aleatorio o del encuentro”, un rótulo bajo el cual se incluyeron posiciones diversas, pero que en sus diversas versiones parecían aceptar el dictum de Toni Negri (1993), según el cual los mismos representaban un viraje, un giro, una Kehre en el pensamiento althusseriano. De acuerdo a esta lectura, el maestro de la rue d’Ulm habría dejado atrás sus compromisos marxistas para aventurarse a navegar hacia nuevas aguas teóricas.
Estos dos vectores colisionaron a su vez con otro, surgido como consecuencia de la constitución en 1991 del “Fondo Althusser” en el IMEC (Institut Memoires de l’Édition Contemporaine) en Caen, Francia. En efecto, este fondo puso a disposición 50.000 páginas de inéditos de Althusser (de las que se extrajeron la veintena de volúmenes a los que aludimos al comienzo), que fueron pronto catalogadas por François Matheron y Sandrine Samson y que un conjunto de estudiosos se apresuró a trabajar, proponiendo en consecuencia interpretaciones e interrogantes que comenzaron a circular con efectos diversos. Testimonios de ello son la publicación de una segunda edición revisada en 2006, del estudio de conjunto de la trayectoria teórico-política althusseriana por Gregory Elliot, el extraordinario análisis de la intervención teórica de Althusser en la coyuntura teórica francesa de los años sesenta realizado por Warren Montag, y la publicación, entre nosotros, de Althusser, el infinito adiós, por Emilio de Ípola.
Un tercer momento, es imposible llamarlo corriente, porque no carece de superposiciones con las mencionadas antes, pero sobre todo por su falta de unidad, surgió debido al peso de las ediciones póstumas a las que aludimos, ya que las mismas permitieron reconsiderar algunos fragmentos claves en las lecturas mencionadas antes, al situar estos textos de Althusser en los contextos más amplios en los que fueron redactados. Ello permitió plantear un conjunto de cuestiones novedosas, muchas de las cuales giran en torno a la presencia de Marx, y la naturaleza de esta presencia, en los escritos póstumos de Althusser, lo que equivale, dicho sea esto con claridad, a plantear el problema de la relación de Althusser con Marx a lo largo de toda su obra.
Este 2018, centenario del nacimiento de Althusser, y bicentenario del del filósofo de Tréveris, nos proporciona, gracias a esta densa polémica de fondo sobre el pensamiento de Althusser, y a la inmensa labor editorial a la que nos remitimos, de un conjunto de herramientas invaluables para examinar la relación entre Althusser y Marx, lo que implica contornear la figura de ambos desde una perspectiva que creemos inmejorable.
Querríamos proponer una tesis para discutir en este Coloquio. Retomando una observación de G. M. Goshgarian, editor de los cinco últimos volúmenes póstumos, deseamos destacar la analogía entre el problema del clinamen que da lugar al surgimiento de un mundo nuevo, un tema característico del “último Althusser”, con el problema de la “ruptura revolucionaria”, un problema que interpela a los otros Althusser, en particular debido a que la persistencia del mundo que adviene luego del clinamen depende, tanto como una revolución, de lo que ocurre después de la misma, es decir, de la posibilidad de reproducirse de una sociedad posrevolucionaria. El intento de pensar esas condiciones de la posibilidad de la reproducción de un orden determinado es inescindible del pensamiento de ese orden.
Ahora bien, esas condiciones han recibido un nombre: “dictadura de clase” o “dominación de clase”. Al hablar de la “dictadura o de la dominación de una clase social” no se habla, en consecuencia, de las formas de ejercicio del poder llevadas adelante por los representantes de la clase, en el terreno de lo que sociológicamente podemos aprehender como “esfera jurídico-política”. Estas formas de dominación no pueden ubicarse entre las formas político-legales, sino que están por debajo de las mismas, como su condición de posibilidad. Michel Foucault nos ha mostrado, en el caso del poder disciplinario, como estas formas de “subpoder” constituyen la condición de posibilidad de las formas político-legales. Se trata de aquello que emerge cuando Marx declara que, ante la subdeterminación jurídica a la que está expuesta la duración de la jornada laboral (ante los iguales derechos y los intereses contradictorios de trabajadores y capitalistas) “decide la fuerza (Gewalt)”.
La dictadura de la burguesía no se reduce a sus fórmulas políticas, mayoritariamente democráticas y parlamentarias hoy en día, algo que comienza hoy a redescubrirse en expresiones como “democradura”, sino que va desde las formas más crudas de la explotación económica, incluye las formas groseras y sutiles de la presión y el chantaje ideológico, combinadas con el gansterismo puro y duro, tocando extremos, llegado el caso, como el de la desaparición masiva de personas.
Si la existencia de un orden equivale a la de sus condiciones de reproducción, entonces el pensamiento de estas condiciones es una tarea de crucial importancia, política y científica. La tarea es pensar con realismo político, es decir, “no contarse historias” sobre la dominación de clase de burguesía y reflexionar también acerca de las condiciones de la “dominación de clase del proletariado y sus aliados”, sobre las condiciones de una hegemonía popular. La construcción de una hegemonía de la clase trabajadora ha recibido, en la tradición marxista, el nombre incómodo de “dictadura del proletariado”, para designar a una dominación de clase que se ejerce a través de una forma política, la “democracia social” o la “democracia de masas” de acuerdo a Marx y a Lenin, pero que no se reduce a la misma, sino que debe manifestarse como dominación de clase en la producción y en la ideología.
“No contarse historias”, entonces, implica interrumpir el largo lamento de la izquierda latinoamericana por haber osado cuestionar la “democracia formal” y suspender también la ilusión entusiasta respecto a las formas de la ideología juridicista. Pero sobre todo implica reconocer que este sacudón ideológico no es un punto de llegada, sino el lugar donde comienza o recomienza la historia.
Uno de los hilos fundamentales de la trama de los escritos póstumos de Althusser es un cuestionamiento de la relación entre la filosofía y las otras prácticas sociales. Creemos que allí se cifra una densa reflexión acerca del carácter sui generis que posee la dominación del proletariado y sus aliados, el problema de la constitución de una hegemonía popular. En efecto, la reflexión althusseriana muestra que las formas de dominación o dictadura de clase guardan un vínculo integral con las formas de unificación ideológica. La dictadura de clase es ejercida, entre otros factores, a través de la unificación ideológica, unificación que a su vez impulsa la dominación de clase. A su vez, la unificación ideológica constituye la explotación de las distintas prácticas, en el sentido de someterlas a objetivos que están más allá del alcance de la propia práctica, de sus efectos específicos. Althusser pudo discernir, y en los escritos póstumos encontramos una clarificación de este punto, el vínculo entre la filosofía tradicional y esta unificación ideológica. A raíz de ello su itinerario puede verse como una manera de afrontar a una pregunta crucial, formulada ya hacia fines de los años 50: ¿cómo alejarse de la filosofía sin fundar una? Su temprana posición antifilosófica, seguida por su posición teoricista (una teoría de la filosofía científica) y su posterior promoción de “una nueva práctica de la filosofía” son respuestas sucesivas a esta misma pregunta.
Es importante reconocer que esta preocupación por la filosofía no es una deriva abstracta, sino que se inscribe en el centro de una preocupación por la política. En efecto, si las filosofías dominantes son el cenit del proceso de unificación ideológica en el cual descansa la viabilidad de un mundo social concreto, entonces la cuestión de la filosofía es también una cuestión crucial respecto a la posibilidad de un orden social alternativo, de la dominación de clase del proletariado y sus aliados, esto es, de una hegemonía popular. Se trata de las condiciones de su gestación y de su duración.
En el problema de la filosofía se concentran un conjunto de dificultades políticas, e incluso podríamos decir, ético-políticas, vinculadas al proceso de construcción de una nueva forma de sociedad. Althusser llegó a percibir que la carencia de una filosofía marxista 100 años después de la publicación de El Capital de Marx no es una mera falencia, sino un hecho que posee un valor sintomático, teórico y político. En efecto, la filosofía de la construcción de una hegemonía popular no podría ser una forma alternativa de unificación, una forma alternativa de explotación de las distintas prácticas, sino su no explotación, la liberación de las enormes constricciones ideológicas que pesan sobre las mismas.
El itinerario althusseriano muestra una singular lucidez en sus intervenciones teóricas y políticas, abrigado al calor de un momento crucial en la historia de la lucha de clases, el de mediados de los años 70s. Surgen, sin lugar a dudas, y es aquí donde el punto de partida adquiere primacía sobre el de llegada, un enorme cúmulo de cuestiones e interrogantes. Para comenzar, debemos plantearnos la cuestión acerca de en qué medida estas reflexiones pueden ser retomadas hoy, en una coyuntura muy diferente, en la cual el capitalismo se reproduce como “neoliberalismo”, transformando, en consecuencia, el conjunto de los aparatos de estado, ideológicos y represivos, a través de los cuales se despliega hoy la dictadura de la clase burguesa. ¿En qué medida los vestigios del aparato de estado con el cual el capitalismo se reproducía como “estado de bienestar”, en evidente colisión hoy en día con la avanzada neoliberal, pueden ayudar en la coyuntura actual a producir efectos en contrario de la maquinaria estatal dominante? Hay que indagar también, acerca de esta nueva práctica de la filosofía y de la constitución de una hegemonía popular, qué formas puede adoptar, diferentes de un mero basismo o autonomismo, y cómo la misma se concilia con el conocimiento científico de la historia y con la toma de posición política que este conocimiento demanda. La lista de preguntas, naturalmente, podría continuar. Se trata, en todos los casos, de interrogantes abiertos, de interpelaciones que querríamos lanzar y a las que deseamos arrojarnos, apelaciones que surgen de un vínculo, tan preciso como difícil de caracterizar, entre los escritos póstumos de Althusser y la producción teórica de Marx, y más aún, de la naturaleza de la presencia de Marx en toda la producción teórica althusseriana.